sábado, outubro 21, 2006

Auster II


No sé por qué me dedico a esto. Si lo supiera, probablemente no tendría necesidad de hacerlo. Lo único que puedo decir, y de eso estoy completamente seguro, es que he sentido tal necesidad desde los primeros tiempos de mi adolescencia. Me refiero a escribir, y en especial a la escritura como medio para narrar historias, relatos imaginarios que nunca han sucedido en eso que denominamos mundo real. Sin duda es una extraña manera de pasarse la vida: encerrado en una habitación con la pluma en la mano, hora tras hora, día tras día, año tras año, esforzándose por llenar unas cuartillas de palabras con objeto de dar vida a lo que no existe…, salvo en la propia imaginación. ¿Y por qué se empeñaría alguien en hacer una cosa así? La única respuesta que se me ha ocurrido alguna vez es la siguiente: porque no tiene más remedio, porque no puede hacer otra cosa.
Nos hacemos mayores, pero no cambiamos. Nos volvemos más refinados, pero en el fondo seguimos siendo como cuando éramos pequeños, criaturas que esperan ansiosamente que les cuenten otra historia, y la siguiente, y otra más.

La novela es una colaboración a partes iguales entre el escritor y el lector, y constituye el único lugar del mundo donde dos extraños pueden encontrarse en condiciones de absoluta intimidad. Me he pasado la vida entablando conversación con gente que nunca he visto, con personas que jamás conoceré, y así espero seguir hasta el día en que exhale mi último aliento.
Nunca he querido trabajar en otra cosa.

Parte del discurso de Paul Auster esta tarde.

1 Comments:

At 11:12 da tarde, Anonymous Anónimo said...

Nunca he sido bueno escribiendo historias... y encima hoy no tengo ni una mísera cerveza que ilumine a mis neuronas, q me hagan desconectar, porque, según mi opinión, para escribir hay que conectar el automático y desconectar todo lo demás.

Para escribir tengo que echar cuenta sólo de: el gusto de mi saliva (al ser posible agrio, fresco con alcohol), dejarme influenciar por sonidos de ambiente (del ambiente que quiero impregnar), sentir las teclas en mis yemas (como si mis manos tocaran una piel suave, tierra húmeda o punta de alfileres), el olor... es algo que me cuesta (se esconde tras los resfriados) y ver más allá de la pantalla (imaginar una película que está por rodar).

Pero yo nunca he sido bueno escribiendo historias... aunque en situación... me las invento.

 

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