domingo, setembro 17, 2006

Alcatraces.


La mayor de nuestras aves marinas, ayer se paseaba en grupos de quince o veinte, exhibiéndose alrededor del velero en el que íbamos. Es buena esta época para observar un poco más de cerca a estos animales que andan invernando y migrando por nuestras costas en esta altura del año. Su tamaño, su potente y aguzado cuello, y un vuelo mucho más calmado y cercano al mar, nos permiten distinguirlos de cualquier gaviota. Ayer, eran los juveniles los que dominaban la mar. El blanco, que hasta el cuarto invierno no ganará al gris, contrasta con la negrura de la punta de las alas, así que los jovenzuelos se mimetizan mejor con el color de estas aguas.
El mayor espectáculo es verlos alimentarse. Pescan en grupos y, cuando divisan algún banco apetecible, ganan altura lanzando se verticalmente hacia la superficie del mar mientras giran sobre sí mismos, como un tornillo cortando el aire, hasta clavarse en al agua con las alas pegadas totalmente al cuerpo.
Localizar un nido de alcatraz no es facil, buscan lugares escarpados en acantilados imposibles y, aprovechando las algas secas que tantas veces arrastran las mareas hasta la costa, protegen a sus crías que, vistas de cerca, exhibem una cabeza y un dorso plateados bajo la luz del sol.
Lo mejor de todo: el día fue tan despejado, que se veían los Picos tras el Sueve.