terça-feira, agosto 08, 2006

Y vamos que nos vamos.


Fin de semana con la garganta enfadada de tanto aire acondicionado de tren, idas y venidas de tiendas de campaña que se montan con sólo lanzarlas, con escaleras inestables y resbaladizas apoyadas en un ciruelo cheio de fruta verde, con resina transparente de árboles en mis los bolsillos, y personajes del valle salidos de las noches más borrachas y surrealistas. Como siempre, un poco de envidia del alma hippy de mi tío, que habita una cabaña de madera, que tiene una moto, y que solo vuelve al amanecer.
Esto, aderezado con un libro de "El agricultor autosuficiente", especie de enciclopedia de la autogestión natural, y con el de un mozambiqueño fabricante de un realismo mágico de "machibombo"(Mia Couto).
Hoy, de vuelta, amigas, novios, cafeses con hielo para matar el dolor de cabeza, cañas con limón y sidras en una plazita de Cimadevilla. A seguir, conversa con Stefa de sufrimientos varios, gran abrazo con Lucía en nuestro barrio preferido y dos piezas de Aveiro que se engranan en Gijón o dos piezas de Gijón unidas en Aveiro y mucha emoción, quise llorar.
Le compré un juego de ingenio a un uruguayo que vive en un pueblo de Albacete e hizo un taller en un instituto de un pueblo, Fuenteálamo, pero dice que un día volverá al cono Sul.
Día de reecuentros, de emoções tras una temporada de sequía y una posible bicicleta verde por 15 euros. ¿Se puede pedir más?