Le Petit Theatre Vert
Este año nem aparesceu el petit Theatre Vert. Abandonó el pinheiro de la playa en el que se instaló meses atrás y no sabemos si volverá. Al pequeño ambulante le llegaron noticias extrañas que hablaban de planes de ordenación litoral, de modificaciones en las leyes del suelo, de parafernalia varia y, sin comprender muy bien lo que aquellas palabrejas significaban, no se olió nada bueno, nadie sabe; entristeció. Cuando se quedaba solo en el pinar, ya al atardecer, comenzaba a imaginar lo que vendría. Leyes, números y anexos le borboteabam en la cabeza, intentaba comprenderlos y lloraba con impotencia porque no le decían nada. El autobusito verde, cargado de ilusiones y de ingenuidad, sabía que aquello era una declaración, encubierta y enrrevesada, de lo que pretendían hacer con su horizonte, con sus cabos, con sus dunas y faros.
No sabía cómo hacerse oir y su claxon solo conseguía hacer reir, el sonido que emitía era el que los payasos hacían al apretarse la nariz roja en las tardes de circo y, bueno, tampoco su motor tenía la potencia necesaria para llegar muy lejos y mostrar lo que iba a suceder a la gente con la que se encontraba. Además, ¿quién iba a creer al pequeño teatro nómada que renqueaba y no hablaba como los políticos, que sólo había visto la cara buena de la vida, al pequeño teatro ambulante al que el asfalto le hería las ruedas y que además, era verde?. ¿Tendría que, a partir de entonces, aprender a hablar y a guardar sus argumentos y sus principios, en un maletín de cuero negro?, ¿será que su claxón delicado y gracioso tendría que sonar duro y amenazante parapoder ser oído?. ¿Y sus ruedas?, aquellas ruedas desgastadas y llenas de arena, ¿se deberían engrosar y pisar las hierbas que acababan de brotar?. ¿Cómo iba a hacer eso?, ¿ y por qué?.
Al pequeño nómada las ideas no le gustaron, su breve incursión en el mundo real tampoco, pero decidió crear una coraza, una carpa de circo resistente a los malos y hacerse fuerte.
Le petit Thetre Vert se fue, pero el asfalto no va a comer sus ruedas.
No sabía cómo hacerse oir y su claxon solo conseguía hacer reir, el sonido que emitía era el que los payasos hacían al apretarse la nariz roja en las tardes de circo y, bueno, tampoco su motor tenía la potencia necesaria para llegar muy lejos y mostrar lo que iba a suceder a la gente con la que se encontraba. Además, ¿quién iba a creer al pequeño teatro nómada que renqueaba y no hablaba como los políticos, que sólo había visto la cara buena de la vida, al pequeño teatro ambulante al que el asfalto le hería las ruedas y que además, era verde?. ¿Tendría que, a partir de entonces, aprender a hablar y a guardar sus argumentos y sus principios, en un maletín de cuero negro?, ¿será que su claxón delicado y gracioso tendría que sonar duro y amenazante parapoder ser oído?. ¿Y sus ruedas?, aquellas ruedas desgastadas y llenas de arena, ¿se deberían engrosar y pisar las hierbas que acababan de brotar?. ¿Cómo iba a hacer eso?, ¿ y por qué?.
Al pequeño nómada las ideas no le gustaron, su breve incursión en el mundo real tampoco, pero decidió crear una coraza, una carpa de circo resistente a los malos y hacerse fuerte.
Le petit Thetre Vert se fue, pero el asfalto no va a comer sus ruedas.
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